miércoles, 23 de abril de 2008

Elipsis Institucional

Silvia Orozco
Mi primera experiencia como docente fue el 4 de agosto de 1997, en la Escuela Nº 74 de Santa Rosa como maestra especial de Plástica. Cuando me designaron me sentí sumamente Importante, alegre. Por fin comenzaba a practicar la docencia; a los cinco segundos me pregunté ¡Que Hagoooo!!!!.
Me presento en la Institución por supuesto, con susto que se me notaba con sólo mirarme. Me recibió la auxiliar de dirección y automáticamente, sin tiempo de omitir media palabra, me dijo: te toca cuidar aquel patio, te toca con tal y tal año y la declaración jurada la hacés mañana.
Me voy al patio a ocupar el lugar que me habían asignado. Atemorizada y con sentimientos desencontrados por esta nueva etapa que estaba enfrentando. Ser docente y tener la responsabilidad de proteger a mi primogénito que estaba en mi vientre con siete meses de gestación.
La paradoja de querer estar con los alumnos brindarles mis conocimientos y el miedo por la avalancha de esos niños, contra mí panza por curiosidad de querer saber ¿Quién era? ¿Qué hacia allí? ¿A quién le iba a dar clase?, etc.
Tocó el timbre, ingresamos al aula, me presento, miro las carpetas y les doy la actividad a realizar y, en ese preciso momento, sentí que la experiencia áulica era positiva. Los alumnos me devolvieron con su afecto espontáneo la tranquilidad de mi inexperiencia y de haber sufrido la ausencia institucional.
De todo esto me quedó una duda: ¿Todo lo aprendido en el instituto donde me formé y me enseñaron me motivaron para comenzar mi práctica docente?. Porque a partir de mi inicio me di cuenta que eran dos hechos antagónicos ya que la articulación maestro–maestro especial no existía. Era yo y mi circunstancia.
Mis proyectos con sus expectativas y logros se esfumaban en un querer hacer: Maestro.

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