miércoles, 23 de abril de 2008

Una fiesta inolvidable

Stella Maris Carrasco
Hace algunos años, en nuestra escuela, la costumbre era entregar presentes para el Día del Padre y festejar el Día de la Madre.
Todas las madres se hacían presentes y los pequeños las homenajeaban con recitados, obras de teatro y canciones.
Pero ese viernes, previo al Día de la Madre de Octubre de 1995, ocurrieron dos acontecimientos que aún hoy recuerdo.
El primero de ellos, se suscitó cuando Susana, la profesora de Música, interpretó junto a los alumnos, con el acompañamiento del piano “Un Vals para mamá”.
Imprevistamente Susana abandonó su sitio. Todos quedamos asombrados, pero quienes la conocíamos sabíamos que hacía muy poco había perdido a su mamá, víctima de una terrible enfermedad.
No faltaron los comentarios ya que algunos se preguntaban por qué había decidido entonar esa canción, sabiendo el impacto que le produciría.
Lo que muchos no sabían era que a ella la vida le había negado la oportunidad de ser madre, pero que a pesar de eso sentía la necesidad de complacer a sus alumnos dándoles la oportunidad de homenajear a las suyas a través de esa dulce canción.
¡Cuántas veces en nuestra tarea docente debemos enfrentar situaciones como éstas!
Pero esta historia no termina acá. Un día estaba junto a mis alumnos de 7º Año, y procedí a repartirles una flor natural para que le entregaran a sus respectivas madres ya que eso habíamos convenido en una reunión con mis compañeras. Sólo le hice entrega de la flor a quienes no tenían hermanitos menores en otros cursos, ya que habíamos decidido darle ese privilegio a los más pequeños.
Cuando nos disponíamos a salir observé que una de mis alumnas, Olivia, lloraba desconsoladamente. Me acerqué a ella a fin de indagar qué le sucedía.
Ella, llorando me dijo: “yo quería entregarle la rosa a mi mamá, porque yo soy su verdadera hija”; ahí recordé que quien entregaría el presente sería su hermana Viviana, quien en realidad no lo era, ya que había sido criada por sus padres debido a que la verdadera madre, hermana del papá de Olivia, había fallecido.
Entendí su tristeza. Traté de explicarle que no habíamos reparado en esa situación y que quizás lo más correcto hubiese sido que ambas le entregaran una flor, ya que para Vivi, su hermanita postiza, también era importante ese momento, pues sería una oportunidad para agradecerle a su tía lo que había hecho por ella.
Fue mucho para un solo día.
A partir de ese día festejamos solamente el Día de la Familia, para no herir susceptibilidades debido a las diferentes formas de constitución familiar con las que nos encontramos en la actualidad.

No hay comentarios: