miércoles, 23 de abril de 2008

Llamado esperado

Marcela Beatriz Nunia
Un 16 de agosto, mi primer día de clase. Suena el teléfono, atiendo. Desde el Centro de Designaciones, me llaman para cubrir un cargo como suplente para el turno tarde. Acepto. Es tal la alegría que no me deja pensar, ¡por fin llegó el día!.
Posteriormente llamo a la escuela para dialogar con la directora y consultarle sobre qué temas tenía asignados ese día. Preparo la actividad.
Llega la hora de salir, mientras voy camino me pregunto ¿Cómo me recibirán los niños?.
Estoy frente a la escuela; entro, me presento ante la directora; suena el timbre. Me comunica qué patio me corresponde vigilar; salgo hacia fuera, me encuentro con varios niños que me preguntan:
-¿Maestra de qué es usted?.
Respondo. Sigo hacia el patio, allí hay otras docentes, entre ellas la del grado que me han asignado, me pone en conocimiento sobre los chicos; vuelve a sonar el timbre de entrada; los hacemos formar y pasan al grado. Voy acompañada de la maestra; entramos, me presenta y se va. Cierro la puerta, los saludo. Comienzo preguntando, si tienen trabajo anterior sin terminar; me contestan que no; empiezo con la clase, dando el tema. Todos prestan atención, cuando termino les digo: -
-¡A trabajar!
Algunos preguntan no sobre el trabajo sino por mi edad, si soy casada, si tengo hijos... Lo hacen por curiosidad, les contesto y digo: -
-¡Bueno, basta de preguntas! a trabajar que la hora se pasa rápido.
Cuando quise acordar suena el timbre, termino la hora, les hago recordar que traigan el trabajo para continuar la próxima clase, los saludo y salen al recreo.
Con el correr de los días la tensión fue disminuyendo al ir conociendo el nuevo mundo de la escuela, que no imaginaba para nada cómo es, qué se hace, qué se siente, ya que cuando uno se recibe no tiene incorporado muchas cosas que se aplican tanto a nivel humano como profesional.
Hoy en día, espero cada suplencia de manera distinta a la del primer día de clases.

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