miércoles, 23 de abril de 2008

Un cambio de actitud

Norma San Miguel
Siendo docente de 4to año, en el área de Ciencias Naturales, se comenzaba a trabajar con el eje: ”LOS SERES VIVOS: DIVERSIDAD, UNIDAD, INTERRELACIONES, CAMBIOS”.
El contenido conceptual que se trabajaría sería “ECOSISTEMAS, CADENAS ALIMENTARIAS”; el mismo impactó mucho en los alumnos, siendo ellos un grupo muy interesado y de fácil motivación, a pesar de ser bastante inquietos.
Nos empezamos a preparar para una visita al bosque “General San Martín”, de nuestra localidad de Rolón, el mismo queda frente a la escuela; primero observábamos desde ella el comportamiento de los animalitos y todo el movimiento que en él hubiera.
Ya preparados para la partida se dio a conocer el objetivo: “recolectar factores bióticos y abióticos” (tema que se había visto con anterioridad); finalizada la recorrida por el lugar mencionado y ya habiendo recolectado lo necesario regresamos al aula.
Al día siguiente, se procedió a la clasificación de lo recolectado, por un lado pusieron los factores abióticos (agua, piedras, tierra) y por el otro los factores bióticos (hormigas, bichos bolitas, chinches verdes, lombrices); los niños propusieron que querían representar lo que visitaron para ver quien se come a quien, en cuanto a los animalitos que habían recolectado, se armaría “un terrario”, propuesta que fue aceptada y se comenzó a consensuar para el armado del mismo.
A la clase siguiente la docente trajo un recipiente de vidrio con un trozo de tul que actuaría como tapa y un envase para el agua, se colocó todo lo recolectado.
Uno de los alumnos, el más bichero, acotó que faltaría un animalito más grande quien era el que se comería a todos y que podría ser un sapo. Todos aprobaron su valiosa idea. Aprovecho la oportunidad para hacerles saber que sentía un no sé que hacia los sapos, era algo que no se los podía explicar, no sé si era asco, miedo, pavor repugnancia, inmovilidad, por tal razón no tocaría al animalito, pero les pedí que luego que observáramos todos los animalitos volvieran a su lugar de origen.
Valentín, así se llamaba el alumno que trajo el animalito para mí en cuestión, observó mi actitud y seguramente se hizo varios interrogantes.
Al cabo de varios días se observó el terrario se hacían las anotaciones correspondientes, y llegó el último día donde ya se desarmaría el pequeño ecosistema terrestre, y todo volvería a su lugar, los alumnos pasaron a la hora de Música, cuando volvieron a clase, noté una total calma en sus procederes, situación que me llamó la atención y mucho, retomo el tema damos lectura a las anotaciones realizadas, Valentín se acerca y me pide que le saque punta a su lápiz con mi trincheta, al abrir la cartuchera me encuentro con el asqueroso animalito en su interior, lo primero que me salió fue un grito, me invadió una sensación de pánico y asco, acompañado esto por una actitud de enojo que terminó con un gran reto a toda la clase y una fuerte penitencia, ya que consideré esa actitud como una falta total de respeto.
Valentín, levantó su mano sucia y llena de tierra por haberla metido en el terrario para sacar el sapo, y su carita lo decía todo; asumió lo que había hecho, y yo ya más calmada le pregunté por qué lo había hecho y para mi sorpresa y muy tranquilo, argumentó que tratándose de un animalito mansito y bueno, lo había colocado en mi cartuchera para que lo empezara a querer y sentirlo como un animalito amigo.
Tocó el timbre, formaron, los despedí y camino a mi casa me puse a pensar que acción noble y de cariño había tenido mi alumno al tratar de acercarme e ese animalito y cambiar mi actitud, y a partir de ese momento empecé a verlo y relacionarme de otra forma pero sin todavía llegar a ser grandes amigos.

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